lunes, 14 de marzo de 2011

TRIUNFANDO EN LA VIDA



En algunos momentos de la vida nos preguntamos: ¿qué podemos hacer para ser exitosos, para triunfar? Muchos suponen que el triunfo se encuentra en los logros materiales, y buscan entonces la manera de conseguir un buen trabajo, un esposo guapo o una esposa bella, y demás bienes que les puedan facilitar las cosas en este mundo. También hay quienes se mentalizan para triunfar por las buenas o por las malas, y cuando no les salen las cosas, recurren a un brujo que les diga qué hacer, o depositan su fe en sortilegios para atrapar lo deseado.
El triunfo no se alcanza con el dinero. Y aunque no hay nada de malo en conseguir fortuna, a veces la experiencia de la pobreza puede ser productiva, pues hace recapacitar a las personas para no volver a cometer ciertos errores. Asimismo, hay personas que consideran la belleza como una señal de triunfo. Si esto fuera cierto, entonces la gente bella no estaría propensa a caer en profundos vacíos existenciales, y al mismo tiempo no existirían individuos que son estandartes de la sociedad pero no “gozan” de un lindo rostro. Ahora bien, el triunfo de la vida tampoco se consigue con los títulos universitarios. Cuánta gente ha obtenido su título con esfuerzo y se frustra porque tuvo que dedicarse a algo que no la colma o que no esperaba. ¿Será que el poder sí es una señal de triunfo? No. Nada de esto es suficiente.
Así como el triunfo personal, es natural que anhelemos lo mejor para los nuestros (nos preocupamos cuando se enferman, por ejemplo), pero no conocemos los valores que hay que cultivar para ayudarlos sustancialmente. Por extraño que parezca, los seres humanos somos expertos en buscar los triunfos y el bienestar sin la verdad, en la mentira, el engaño, la promiscuidad y a costa del sufrimiento de otros. Este proceder solo nos depara el fracaso: lo que uno siembra es lo que cosecha, reza la Escritura cristiana.

El valor más importante que debemos tener para triunfar en la vida es la noción de que la verdad y el amor no pueden estar separados. No hay mayor triunfo que convertirse en una persona veraz y amorosa, pues la verdad sin amor es pura especulación, y el amor sin la verdad es sentimentalismo o lujuria.
Para entender correctamente cómo se vinculan la verdad y el amor, se requiere la misericordia de la pareja divina, Radha y Krishna: el amor y la verdad en su máxima expresión. Su unión y entrega nos enseñan que debemos ser bienquerientes incondicionales de todas las entidades vivientes, pues hacen parte de la verdad absoluta, de Dios. En realidad todo hace parte de Dios: cada minuto, cada planeta, cada átomo del aire, cada pensamiento. En esto consiste el amor universal, en servir a la Creación. Esta verdad es demasiado grande para ser ignorada.
La conjunción de la verdad y el amor es lo que realmente reclama nuestro corazón. No se puede triunfar sin esto. El amor es la condición, el ingrediente básico y fundamental para cualquier unión productiva, pura y bondadosa. Amar es servir, preocuparse, atender, sacrificarse y proteger al otro. El amor es el triunfo que debe ser alcanzado por toda entidad viviente. (En ocasiones hasta tenemos que pasar por adversidades para darnos cuenta de que el amor lo es todo y que sin éste no podemos vivir.) El sentimiento de amor adquiere consistencia y se vuelve trascendental cuando nos esforzamos por convertirnos en instrumentos de Dios, cuyo amor por nosotros es ilimitado. Dios enseña la calidad del amor genuino, y en esa medida dicha verdad debe nutrir los sentimientos. 
Fuimos creados por el amor de Dios, y por eso debemos ser instrumentos de la divinidad para distribuir su amor y bondad a los demás. Este servicio garantizará nuestro triunfo, así nos asalte la enfermedad, la vejez o la muerte. Todos somos partes y porciones de la verdad absoluta, y como el Señor Supremo es el más amoroso, todos necesitamos este afecto que el Señor ofrece generosamente. En cambio, si pisoteamos los derechos de los demás con maltratos o abusos, así sea en nombre del amor, tal adversidad al legado del Creador lo hará enojar y vendrán a nosotros lecciones ejemplarizantes.  
Como hemos visto, el triunfo es algo muy elevado, que depende de la formación de la conciencia y la acción, al amparo del amor y la verdad. Se triunfa en la vida cuando triunfa el amor universal, es decir, cuando nos sacrificamos por los demás. Dar el corazón, la vida y el alma para que los demás puedan estar más cerca del amor de Dios, es la meta.
Uno de los grandes errores de los seres humanos es sustituir el amor a Dios por el amor a la esposa, los hijos o alguien más. Y peor aún, es tratar de apropiarse del amor de los demás, diciendo por ejemplo: “tu amor me pertenece; tú eres mi esposa, tú eres mi hijo; si tú no haces todo lo que yo digo, te despojaré de mis bendiciones”, etc. Esta grave equivocación nos impide ser amorosos y nos quita el derecho a ser amados realmente. Quien asume la posición divina les hace daño a los demás.
Nadie puede entregar tanto amor como Dios. La tarea consiste entonces en buscar la manera de poner a Dios en el centro de nuestras vidas y aprender a vivir en su amor. Esto es lo que tanto anhelamos. El triunfo de la vida y del amor empieza cuando nos refugiamos de todo corazón bajo la protección de un maestro espiritual, para acoger sus instrucciones y realizar actividades con la asociación de devotos interesados en servir a Dios y a todos.
Deseo que tú, mi lector, te realices en la vida, y que dicho triunfo te acompañe siempre. Que el triunfo, la alegría y el amor estén contigo. Verás que Krishna está en el corazón de todos y que espera a que tú te vuelvas amoroso y veraz. Ora, por favor:


Hare Krishna Hare Krishna
Krishna Krishna Hare Hare
Hare Rama Hare Rama
Rama Rama Hare Hare


(“Oh mi Señor, déjame ser un instrumento de tu amor).

Fuente: Colección Sabiduría Védica
Autor: Srila B.A. Paramadvaiti Swami Maharaj

martes, 8 de marzo de 2011

BAJO LA AMOROSA MIRADA DE DIOS


Jamás deberíamos pensar: “Bajo mis pies hay tierra firme sobre la cual puedo apoyarme. Yo soy grande. Permaneceré erguido”. Antes bien, deberíamos pensar: “Sobre mi conciencia está la Superconciencia. El ojo vigilante de mi guardián me observa constantemente. Vivo bajo esa mirada”. Nuestro sostén no viene de abajo, sino de arriba. Él es nuestro refugio. Esta­mos colgando de ese mundo superior sustancial donde Él reside. Nuestro sostén se encuentra allí. Debemos siempre permanecer conscientes de ello.
 Antes de abordar un nuevo deber, uno debe pensar acerca de su posición. Los Vedas nos instruye que deberíamos pensar de la siguiente manera: “Siempre estás bajo la mirada vigilante de tu guardián y ese ojo colosal es viviente como el sol; Su mirada semeja la del sol sobre tu cabeza. Su penetrante mirada está sobre ti como una luz que te atraviesa para ver todo lo que hay en tu interior”. Con esta comprensión acerca de nuestra identidad, debemos abordar nuestro deber. Nunca se nos anima a pensar que estamos firmemente parados sobre tierra sólida o que podemos ejecutar nuestro dharma basándonos en una posición fuerte, independiente de Su gracia.

Ciertamente, en nuestra relación subjetiva con la Divinidad, somos exacta­mente como los rayos del sol. ¿Dónde se apoyan los rayos del sol? Se apoyan en el sol. Esa es su fuente. De manera similar, debemos pensar que nuestro apoyo es el reino de la Divinidad. Somos incontables partículas de conciencia y nuestro apoyo, nuestra tierra patria, es esa región consciente. Conciencia quiere decir Conciencia de Dios. Nosotros somos conciencia y estamos destinados a la conciencia de Dios. Esa es nuestra relación. Debemos permanecer conscientes de esta realidad. Estamos vinculados a la conciencia de Dios. Somos miembros del mundo consciente de Dios. Y hemos venido a deambular  por la tierra extraña de la conciencia material, mâyika, del concepto erróneo, pensando que somos unidades de este mundo material. Pero no es así.
Somos unidades del mundo consciente, del mundo consciente de Dios, y de alguna manera hemos caído en este concepto material de existencia, en el mundo de la materia. La materia es aquello que podemos explotar, el lado objetivo de la realidad, y el lado subjetivo es el elemento que debemos vene­rar. Nuestra relación con lo subjetivo es de reverencia y devoción hacia la entidad superior y no de explotación o disfrute. El disfrute verdadero, el disfrute divino, proviene del servicio y no de la explotación.
Nuestra verdadera posición es igual a la de los rayos del sol. El rayo de sol toca la tierra. ¿Pero dónde está su hogar? El rayo de sol viene a nuestro plano y roza las montañas y el agua, pero ¿cuál será considerado su hogar? Nece­sariamente el sol y no la tierra que roza. Nuestra posición es similar. Como rayos de conciencia, no pertenecemos al mundo material, sino al mundo consciente. Nuestra conexión con el hogar se encuentra allí, en el sol, en el sol espiritual.

Los Vedas nos aconsejan considerar: “Aunque hayas sido arrojado en un agujero de esta tierra, tu tierra natal es el Sol consciente. Tú has salido de allí, eres sustentado desde allí y tu perspectiva está allí. Tienes que concebir la realidad de esa manera. Debido a que eres consciente, tu hogar es la fuente de la conciencia. Ya seas ave o bestia, te encuentres en la montaña, en la tierra o en el agua, dondequiera que estés, cualquiera que sea tu posición, tu origen está en la conciencia, la existencia. Tu origen está en la conciencia de la misma manera que el rayo de luz tiene su morada en el sol”.
Los Vedas nos dicen: “Tú no eres hijo de este suelo. Puede que estés cautivo aquí, pero éste no es tu hogar. Es una tierra extraña. Todas tus espe­ranzas y perspectivas pueden ser suministradas por ese suelo superior, porque tu naturaleza es de esa índole. Tu alimento, tu sustento, todo lo tuyo, debe estar hecho de esa sustancia superior. Por el contrario, todo lo que encuentras en este mundo material es veneno para ti”.

Después de situarnos en el reino de la conciencia, debemos establecernos en el reino del amor divino, del éxtasis y la belleza. Debemos buscar nuestra fortuna allí, pero jamás en este mundo material. El éxtasis está por encima de la luz. La melosidad trascendental está más allá de la mera conciencia y el entendimiento. El sentimiento no es completo en sí mismo, debe estar dirigido hacia un objetivo. Así pues, el concepto más completo de algo perfecto está lleno de belleza o éxtasis.
Aquel que alcanza el éxtasis de la conciencia de Dios, se libera de este mundo mortal. Cuando uno así lo realiza, no tiene necesidad de sentir temor por nada. No hay que sentir aprensión por temor alguno que pueda surgir aquí, en este mundo material, donde nos acecha el peligro constante de la no existencia. Aquí, en el mundo material no sólo nos vemos privados de toda satisfacción, sino que nuestra existencia misma también se encuentra en peligro. En cualquier momento la no existencia nos puede devorar.
Para llegar al plano del éxtasis, tenemos que sumergirnos profundamente en la realidad. No debemos satisfacernos con lo formal, con lo superficial. Si concentramos nuestra atención en la forma externa de una cosa, descuidando su esencia, descubriremos que estamos buscando en el lugar equivocado.

La lentitud aliada a la determinación, gana la carrera. Nuestra marcha hacia el Infinito es una larga travesía. No es un recorrido que concluirá en pocas horas, en pocos días, en pocos años. Tenemos que arreglarlo adecuadamente. No podemos correr rápidamente para progresar y luego detenernos y echar­nos a dormir. Tenemos que recorrer un largo camino y sólo tendremos éxito si desarrollamos la humildad
Para desarrollar esta clase de humildad y tolerancia, debemos aprender a ver la mano del Señor en todas las cosas. Y por eso los Vedas nos piden recordar que la mirada de Dios está siempre sobre nosotros.

Desde otro punto de vista, Sus pies sagrados son como un gran ojo espar­cido por todo el cielo. Él lo ve todo. En cualquier cosa que hagamos, el ojo vigilante de nuestro guardián está sobre nuestras cabezas igual que el sol. Antes de iniciar cualquier actividad, debemos recordar que “Los pies de Dios están sobre ti y te observan como el ojo vigilante de un guardián. Recordándolo constante­mente, lleva a cabo tu deber”.
Si recuerdas siempre que Él ve todo lo que haces, no podrás hacer nada malo. Mientras recuerdes que el ojo penetrante y omnisciente del Señor te está mirando constantemente, no te arriesgarás a hacer algo que resulte ofensivo al Señor. Este recuerdo no hará otra cosa que purificar tu corazón, tu comprensión y todo tu sistema mental, ayudándote a aproximarte a la Divini­dad de la manera apropiada.

No puedes hacer nada sin que Él lo sepa, no eres el que mueve los hilos de tu propia vida ni los del mundo. No puedes ejercer tu señorío, tu influencia, sobre el medio ambiente en un intento egoísta. Recuerda siempre que un gran ojo está sobre tu cabeza y lo ve todo, igual que la luz escrutadora de un poderoso rayo X. Él conoce incluso aquello que tú desconoces acerca de ti mismo. Él también puede ver lo que yace enterrado en la más recóndita región subconsciente de tu corazón. Si recuer­das esto mientras vives y te mueves, no harás otra cosa que purificarte.
Así como un rayo láser puede erradicar el cáncer de un cuerpo, toda la enfermedad de la existencia material se desvanecerá de nuestros corazones por la purificadora influencia de los divinos rayos de luz que emanan de los sagrados pies de Dios.


Adaptación del Libro "La Ciencia Confidencial del Bhakti Yoga
de Srila B. R. Sridhara Maharaj



miércoles, 2 de marzo de 2011

¿PENSO USTED ALGUNA VEZ EN MATARSE?

 
¿Pensó usted alguna vez en matarse? Lea estas palabras por favor.  
 
Amigo(a) de mi alma.   
Tengo que hablarle. Usted estuvo andando en esta vida, mirando por muchos lados y concluyó que nada le encanta, que todo es una decepción, que su mismo cuerpo le molesta y que ya no quiere vivir más.
Todos somos hermanos pues compartimos el mismo destino en esta vida.  En realidad es algo muy sorprendente ver cómo llegamos acá. La vida en este cuerpo es muy compleja y estamos dentro de un mundo inconmensurable. ¿Por qué no nos sentimos bien entonces? Por no tener la actitud correcta. El sufrimiento refleja únicamente los errores que uno mismo ha cometido.  
 
La vida es un regalo maravilloso pero pocos saben para qué utilizarla. Usted es inteligente y quizá hasta se da cuenta de la mentira del materialismo, de la mentira de la felicidad comprada, intoxicándose o de tener vida sexual sin control, de la falsedad del status quo, de la moda sin sentido y de la sociedad llena de hipocresía. Usted es un ser sensible y no quiere vivir para una nada, o para una mentira. Es allí donde yo le quiero aconsejar.
En mi vida tuve estos mismos pensamientos. Ya había determinado acabar con mi existencia.  Afortunadamente no tuve el valor para ejecutar mis impulsos de ese entonces. Tenía sólo 16 años y no aguantaba ver tanta injusticia y ver frustradas tantas veces mis aspiraciones. Quise culpar al mundo y a la sociedad por todo. No sabía nada de Dios, no pensaba en Él o consideraba con desprecio a los así llamados representantes suyos en la Tierra, “Cristianos” bombardeando Vietnam, guerras mundiales y otros horrores. No, esto no era mi mundo y todavía no lo es. Ojalá nunca lo sea.
Mi mundo era algo que no podía definir. Así, yo concluía que este era un mundo sin conciencia. Pensaba que yo era este cuerpo y que lo podía matar, que podía dejar de existir. “Mundo malo no me mereces.” Pensaba que así tendría paz o, mejor dicho, nada más qué resolver. Solución facilista. Un suicidio y ya me libero de toda responsabilidad. No tengo que trabajar más, ni estudiar pasando por exámenes, ni ser rechazado por alguien a quien yo quería disfrutar, ni competir deslealmente con los más fuertes, los más ricos, los más bellos. ¡Qué fácil solución! ¡Qué descubrimiento! ¿Será que el mundo fue creado sólo para que descubramos que no sirve para nada y nos retiremos de la locura con un acto de partida forzada?

Querido amigo, seguro que mi descripción no puede cubrir todos sus nobles sentimientos. El paralelo entre mi caso y el suyo es que ambos contamos con vida. Ambos tenemos conciencia y aquí está nuestro encuentro para comparar; quizá le pueda ayudar como a mí me ayudó lo que un gran sabio me enseñó en los momentos más difíciles.
Primero, él me dijo algo muy sorprendente. Me dijo que mi cuerpo era sólo un instrumento y no mi verdadero yo. Algo que es como un vestido del alma. También me dijo que tenemos un cuerpo sutil que es de una sustancia imperceptible burdamente pero también material. El se refirió a lo que nosotros generalmente llamamos mente e inteligencia; algo que la ciencia no puede explicar pues, la conciencia, las capacidades de sentir, pensar y desear son cosas independientes del cuerpo. Por ejemplo: usted desea en el sueño, ve cosas, siente temor, atracción, etc. Aunque sus sentidos externos están dormidos está en un
pleno campo de experiencia; este es el cuerpo sutil. Pero más profundo y detrás del cuerpo sutil está el cuerpo espiritual, el alma; nuestro verdadero yo.  
El sabio tenía mucho amor y viendo sus ojos percibí que todo lo que hablaba era su autorealización. Era la verdad. Claro, traté de refutarlo en mi mente, traté de enfocar la vida como a mí me había frustrado, pero él continuó y quiso llevarme a conocer mucho más, realidades que ni los profesores de la escuela saben; y ni qué decir de los vendedores de ideas que inundan las calles del mundo. Estuve cautivado, y lo más extraño era que de mi corazón llegaba la señal de aprobación.

Quise saber más de estos mundos internos, del cuerpo sutil dentro del cuerpo burdo, de la materia y del cuerpo espiritual. El sabio movió su boca a una posición de sonrisa compasiva y me preguntó: “¿Te querías matar, verdad?” Yo sentía vergüenza y sólo aprobé con el movimiento de mi cabeza... “Pero no sabes que nadie puede matar el alma pues es eterna. Viene de una dimensión tan alta que ni una bomba atómica puede acabar con ella.” ¡Qué idea! ¡Que comparación! Suicidio con una bomba atómica. Un horror. Y aun así no funciona. ¡Qué milagro hay detrás de esta fuerza de la conciencia!, mi mente quedó casi paralizada.
No sólo me explicó eso el sabio; además me enseñó que al matar este cuerpo burdo uno queda perdido en el espacio, tiene todavía los mismos deseos, las mismas frustraciones, el mismo karma (destino, reacciones por las acciones pasadas) pero ya no tiene cuerpo para aprender y disfrutar. Queda uno como un fantasma. Y observa, estando en cuerpo sutil, acongojado, todo lo que tenía: su casa, su familia, sus bienes usados por otros, etc. Y se siente terriblemente mal.   
Esto era mucho para mí. “Karma, Maestro, ¿Qué es karma y qué va a pasar con este “fantasma”?”, le pregunté. “Es algo muy serio”, respondió el sabio. “No es juego de niños, es para que la persona pueda aprender los secretos de su alma y su potencial de amar, para que pueda conocer los secretos de la vida y la meta última de todo”.
Karma es la simple ley de acción y reacción que nos acompaña de una vida a la otra pues no es únicamente una vida material la que tienen las almas. Mientras las almas, en este mundo, sigan teniendo deseos materiales y reacciones por todo lo que han hecho, tienen que volver a nacer para disfrutar y sufrir en carne propia lo que estuvieron haciendo a otros. Y sólo cuando dejen de desear cosas materiales y descubran su tesoro espiritual, entonces pueden ser liberadas de recibir cuerpos materiales tanto burdos como sutiles.
Amigo(a) de mi alma; mi cabeza se puso a dar vueltas y a cada momento me sentía más chico en el mundo. Sólo la sonrisa del sabio me mantenía conectado con algo real para enfocar.
¿Qué pasará con las almas en esta penosa situación de vivir como “fantasmas”? Ellas se tienen que quedar así por mucho tiempo hasta que el karma por haber matado su cuerpo humano se termine. Ellas van a sentir tanta tristeza sin ningún cuerpo que hasta rogarán poder entrar inclusive en el cuerpo de un gusano. Ellas no pueden progresar en esa situación. Así, lo único que hacen es sufrir mucho, pero como todo sufrimiento, también es temporal. Luego reciben otro chance de nacer en cuerpos burdos materiales; pero sólo y lamentablemente vuelven a lo mismo de aquí, un cuerpo humano con los mismos errores de todos, el deseo de ser feliz a costa de los demás.   

El sabio se tornó muy serio y dijo: “Si quieres terminar con esta existencia material, realmente tienes que dejar de cometer tantos errores. Tienes que buscar la Verdad y estar dispuesto a servir a la causa común.” “¿Qué es la causa común?”, le pregunté. “La causa del bienqueriente incondicional de todos nuestros hermanos y hermanas. Sólo grandes almas pueden entenderlo. Los que se matan aquí son cobardes. No quieren hacer lo necesario para superar sus errores del pasado. No saben que todo es para un fin maravilloso, pero, únicamente con responsabilidad y sin egoísmo se puede entender. ¿Estás dispuesto a vivir para encontrar la meta real, para servir a la Verdad?” Yo pensaba que sería lindo. Yo no quería seguir viviendo para la ilusión, para los explotadores del mundo material. Le dije que sí y le pedí que por favor me instruyera más.   
El sabio se volvió mi maestro espiritual y mi vida tomó un rumbo muy diferente. Pero esto es ya otro tema aparte, aunque lo comparto con mucho gusto si alguien lo quiere conocer mejor (www.vrinda.org).
El punto importante es que nada se logra matando el propio cuerpo. No hay este tal suicidio; como la ilusión le quiere hacer creer a uno. Un ser está en esta vida para volverse responsable. No hay forma de escaparse de dicho deber. Sino que, y aquí está la linda noticia, es su hermosa oportunidad. Y tener cuerpo humano es un regalo muy especial comparándolo con los cuerpos de nuestros hermanos menores los animales. Ellos de repente tienen sentidos más desarrollados que nosotros los seres humanos; pero no pueden hacer este gran cambio en su destino. Nosotros si al entregarnos a la Verdad y salir del círculo de nacimientos y muertes para vivir eternamente en el mundo trascendental. Por saber todo esto yo me siento muy agradecido. Me salvé por mi cobardía de algo tan terrible como la existencia en cuerpo fantasmal, de deambular sin sentido en la vida.
El sabio también me dijo que debería ser vegetariano para salir del karma por derramar la sangre de otros hermanos menores. Él me habló de la amnistía del karma y otras cosas; pero lo más importante es que me dio una profunda convicción de que esta vida sí vale la pena.   
No importa en qué etapa evolutiva uno se encuentre. Siempre habrá algo más por llegar a comprender, algo más por alcanzar, algo más por hacer para crecer, algo más qué conocer para ser una mejor persona y servidor. La muerte viene por sí misma pero sin el fatal error de despreciar lo que le fue a uno obsequiado. El negocio más seguro del mundo es pues, la funeraria. Si no le llega hoy, le llega después. Esto no es algo interesante. Interesante es lo que usted logró y logrará hacer con su cuerpo, con su mente e inteligencia; los cuales Dios le dio para algo muy especial.

¿Va a superar el egoísmo o se va a consumir en su vida ególatra insoportable para nacer en cuerpos más desafortunados después? Aún sin cuerpo humano siempre tendrá algún cuerpo burdo o sutil mientras que esté en este mundo, pero como somos amigos del alma podemos apoyarnos el uno al otro y no hacernos la vida miserable como lo hacen los egoístas materialistas en nombre del progreso o incluso tan solo viviendo.  
Vamos, tenga paciencia, trabaje y esfuércese por realmente ser un mejor ser humano. Hágase un excelente y honesto profesional, pero lo más importante: No ignore el karma, la búsqueda de la Verdad por la cual hemos venido. Y acepte su karma, su destino, pues fue usted únicamente quien lo creó. No hay otro a quien echarle la culpa. Así, venza al destino con la ayuda de los sabios que siempre aparecen si uno desea algo de sabiduría en una forma u otra.

Ha sido un placer escribir todo esto para usted.
Espero haber alcanzado su alma. Es más, podemos llevar este mensaje a todos los que tienen estas ideas de matar el cuerpo para que no cometan semejante error y se preserven como buenos amigos de las almas mientras que el destino los tiene en la Tierra.

Máximas:
“La libertad es el principio que debemos considerar como el regalo más valioso de Dios.”

“Volverse responsable es la primera enseñanza del mundo material. Pero más allá de ello está la meta verdadera; la meta del Amor Supremo, por el cual todos estamos muy ansiosos, pero por el que muy pocos quieren pagar el precio que se requiere.

Fuente: Colección Sabiduría Védica
Autor: Srila  B.A. Paramadvaiti Swami Maharaj