jueves, 20 de enero de 2011

HIJOS DE LA TIERRA REAL


El esfuerzo por dejar las drogas como la marihuana es algo minúsculo para la vida espiritual. Hay tres verdaderas dificultades: La primera es el sexo ilicito o persiguir mujeres (u hombres en el caso de las damas), la segunda, el dinero o acumular mas de lo debido, y tercera, la fama y el prestigio. Estas tres son nuestras enemigas. La intoxicación con marihuana es algo minúsculo; cualquiera puede dejarla fácilmente. Pero estas tres cosas son la aspiración de todo animal, árbol, pájaro, hombre o semidiós. Esas tres están en todas partes, pero la intoxicación y otros hábitos pasajeros son cosas muy insignificantes, que pueden vencerse con gran facilidad.

El hábito de intoxicarnos lo adquirimos poco a poco y así mismo tenemos que dejarlo de un modo gradual, no de repente. También hemos visto muchos comedores de opio que vinieron al templo y dejaron sus hábitos poco a poco.
Muchos supuestos “sâdhus” (supuestos maestros) fuman marihuana. Ayuda a la concentración, pero esto atañe a la mente material, perturba la fe; es enemiga de la fe. Sólo la fe puede llevarnos a la meta deseada, no la intoxicación material. Las almas descarriadas creen que la marihuana, el hachís y tantas otras cosas, pueden ayudarnos en nuestra meditación. Puede que hagan algo, pero eso es material y nos frustrará a la hora de la verdad. Estas cosas no nos pueden ayudar a elevarnos muy alto.

En el intento de alcanzar el destino final, todas nuestras experiencias son inútiles; sólo la fe puede llevarnos allá. El mundo de la realidad, el mundo espiritual está mucho, mucho más allá de la jurisdicción de nuestra limitada experiencia auditiva, visual y mental. La experiencia del ojo, el oído y la mente es muy exigua y limitada, pero la fe puede elevarse, atravesar esta área y entrar en la esfera trascendental.

La fe debe desarrollarse con la ayuda de las Escrituras y de los santos, quienes nos ayudarán a comprender que el mundo espiritual es real y éste, irreal. En ese momento este mundo material será para nosotros la noche y aquél será el día. Ahora el mundo eterno es para nosotros oscuridad y esta­mos despiertos en este mundo mortal. Lo que es noche para unos es día para otros. Un santo es consciente de algo y un ladrón está trabajando en otro nivel. Viven en dos mundos distintos. Un científico vive en un mundo y un pendenciero en otro. El día de uno es la noche del otro. Las personas ordina­rias no pueden ver lo que Einstein y Newton han visto y un gran hombre ignora lo que ve una persona ordinaria. Así, tenemos que despertar nuestro interés por ese plano e ignorar los intereses de éste. De esta forma seremos ayudados por los Santos Maestros.

Por ejemplo, a mucha gente le preocupa la guerra nuclear, creen que puede estallar muy pronto.  Eso es un punto en una línea, una línea que está en un plano, un plano dentro de un sólido. Tantas veces, las guerras comien­zan y terminan; tantas veces el sol, la Tierra, los sistemas solares desaparecen y vuelven a surgir. Eternamente estamos enfrascados en tal pensamiento. Esta guerra nuclear es un punto diminuto; ¿qué importa? Muchos individuos mue­ren a cada momento, la tierra morirá, todo el género humano desaparecerá; déjalo que venga.
Debemos tratar de vivir en la eternidad, no una porción determinada de tiempo o espacio. Tenemos que prepararnos para nuestro beneficio eterno, no para algún remedio temporal. El sol, la luna y todos los planetas, aparecen y se desvanecen; mueren y son creados de nuevo. Tenemos que vivir en esa eternidad. La religión cubre este aspecto de nuestra existencia.

Se nos dice que contemplemos las cosas desde esta perspectiva:  No sólo este cuerpo, sino también la raza humana, los animales, los árboles, toda la Tierra e incluso el sol, todos se desvanecerán y surgirán de nuevo. Creación, disolución, crea­ción, disolución..., continuará para siempre en el dominio de los conceptos erróneos. Al mismo tiempo, hay otro mundo que es eterno; se nos pide que entremos allí, que hagamos nuestro hogar en ese plano, el cual ni entra en las fauces de la muerte, ni experimenta cambio alguno.
Pero si podemos atravesar la región de los conceptos erróneos y entrar en el área de la comprensión apropiada, entonces no hay creación ni disolución. Aquello es eterno y somos hijos de esa tierra. Nuestros cuerpos y mentes son hijos de esta tierra que va y viene, que es creada y muere. Tenemos que escapar de este mundo mortal.
Estamos en semejante lugar, ¿qué hay que hacer? Trata de escapar, haz todo lo posible por salir de esta zona de muerte. Los santos nos dicen: “Vuelve a casa querido amigo, vayamos a casa. ¿Por qué sufres tanto sin necesidad en una tierra extranjera? El mundo espiritual es real; este mundo material es irreal, surgiendo y desvaneciéndose, apareciendo y desapare­ciendo. ¡Es una farsa! Desde el mundo de la farsa, debemos ir al de la reali­dad”. Aquí, en este mundo material, no habrá sólo una guerra, sino guerra tras guerra, guerra tras guerra.

Hay una zona de néctar y en realidad somos hijos de ese néctar que no muere.   De un modo u otro, estamos perdi­dos aquí, pero en realidad somos hijos de esa tierra eterna, donde no hay nacimiento ni muerte. Tenemos que acercarnos a ella con un corazón amplio y abierto. Esto lo declaran los Santos sabios y las Escrituras Sagradas (Shastras), tales como, el Bhagavad-gîtâ, los Upanishads y el Srîmad-Bhâgavatam: Todos confirman la misma cosa. Ese es nuestro dulce, dulce hogar, y debemos hacer todo lo posible por retornar a Dios, de vuelta a casa, y llevar a otros con nosotros.



Adaptación del Libro La Ciencia Confidencial del Bhakti Yoga
de Srila B.R. Sridhar Maharaj

No hay comentarios:

Publicar un comentario