jueves, 3 de febrero de 2011

EL MEDIO AMBIENTE PERFECTO



La clave del consejo del Bhagavad-gîtâ es: “Cúrate a ti mismo”. No tenemos poder para efectuar cambios en el medio ambiente, eso está establecido por la voluntad divina. Nuestro medio ambiente, la suma total de todas las fuerzas que actúan fuera de nosotros son inamovibles. No tenemos habilidad para interferir con él; eso sólo sería una pérdida inútil de energía, más bien debemos tratar de cambiar nosotros para adaptarnos a las circunstancias externas: Este es el secreto de nuestro éxito en la vida.
Tenemos un deber que cumplir, pero no debe­mos aspirar a los resultados de nuestras actividades; los resultados dependen de Dios.  Nosotros contri­buimos y al mismo tiempo, otros miles de millones están contribuyendo, creando el medio ambiente. Así pues, debemos contribuir con nuestro deber, pero debido a que el resultado final es lo dispuesto por el Absoluto, tendre­mos que aceptarlo como lo mejor. Nuestras actividades individuales producen muchos resultados, pero debemos entender el modo en que la voluntad absoluta lo armoniza todo y adaptarnos en consecuencia.
Sólo somos responsables de desempeñar nuestro deber. Nunca debemos aspirar a tener un medio ambiente determinado; el medio ambiente evolucio­nará a su manera. No tenemos poder para modificarlo. Más bien, debemos hacer todo lo posible por cambiar nosotros, para así poder entrar en armonía con él.

Jamás nos corresponde disfrutar los resultados de nuestras acciones. ¿Debemos desanimarnos porque trabajamos por un resultado determinado y no lo obtenemos? No, debemos continuar cumpliendo con nuestro deber. Todo lo que aportemos debe ser ofrecido al Infinito y Él amoldará los resulta­dos a Su manera.  Nunca aspires a que tus actos te proporcionen un resultado concreto. Al mismo tiempo, no permanezcas inactivo, no seas inútil. Continúa desempeñando tu deber sin depender de ningún resultado externo. Siempre tenemos que recordar a Dios mientras actuamos de ese modo, entonces podremos entrar en contacto con El Supremo y de una manera paulatina nos daremos cuenta que nuestro medio ambiente nos es amistoso. Cuando desaparezcan las reacciones de nuestras actividades previas, encontraremos que toda vibración nos anuncia buenas nuevas. Cuando nuestra actitud egoísta se esfume, nos encontraremos envueltos en medio de dulces vibraciones. Debemos intentar deshacernos de todo lo malo que hayamos hecho hasta ahora. Debemos cumplir con nuestro deber, sin esperar jamás un resultado definido, sino proyectando el fruto hacia el Infinito.

Entonces llegará el día en que nuestro sentimiento egoísta se desvanecerá y de nuestro interior surgirá, despertándose, nuestro yo real, un miembro del mundo infinito, y nos encontraremos en medio de las dulces ondas de ese medio ambiente. Allí, todo es dulce, la brisa es dulce, el agua es dulce, los árboles son dulces; todo lo que encontramos es dulce y encantador.
El ego interno es nuestro enemigo y para disolverlo hemos de cumplir con nuestro deber del modo que juzguemos más conveniente, pero sin esperar jamás una reacción que corresponda a lo que deseamos. Si adoptamos este karma-yoga, en muy poco tiempo, nos daremos cuenta que el ego falso, que siempre esperaba algo torcido para sus propósitos egoístas, se ha desvane­cido; el extenso y amplio ego interior ha surgido y estamos en armonía con todo el universo. El mundo armonioso se revelará y la capa de deseos egoís­tas desaparecerá.
La causa de nuestro mal no está afuera, sino dentro de nosotros. Un Vaishnava Paramahansa, un santo del más elevado nivel, considera que todo está bien y no encuentra nada de qué quejarse. Cuando alguien puede per­cibir que todo es extremadamente dulce y placentero, comienza a vivir en el plano de la Divinidad. Nuestro ego falso produce sólo disturbios y ha de ser disuelto. No deberíamos pensar que el medio ambiente es nuestro enemigo, debemos esforzarnos por detectar la gracia divina en todo lo que viene a nosotros, incluso si se presenta como un enemigo aparente. Todo es la miseri­cordia del Señor, pero no podemos verla, más bien vemos lo opuesto; tene­mos tierra en los ojos.

En realidad todo es divino; todo es la gracia del Señor; la enfermedad está en nuestros ojos. Estamos enfermos y si nos curamos, nos daremos cuenta que estamos en un mundo magnánimo. Sólo las capas del deseo nos enga­ñan, impidiéndonos apreciar la realidad del mundo. Un estudiante genuino de la escuela devocional adoptará esa actitud hacia el medio ambiente y hacia el Señor. Debemos tener en cuenta que la voluntad de Dios está en todas par­tes, ni siquiera una brizna de hierba puede moverse sin la sanción de la Autoridad Suprema. Él percibe y controla todos los detalles. Tenemos que contemplar el medio ambiente con optimismo; el pesimismo está dentro de nosotros: Nuestro ego es responsable de todo tipo de males.  Si podemos actuar así, nuestra enfermedad se curará en muy poco tiempo y nos encontraremos sumergidos en la dicha infinita.

No debemos oponer resistencia al medio ambiente; más aún, si algo inde­seable se nos presenta, hemos de tolerarlo con nuestra máxima paciencia e incluso, si alguien nos ataca, no nos pondremos violentos; debemos mostrar la más extrema tolerancia, honraremos a todos pero no buscaremos honor.
De este modo, en el plazo más corto y con la mínima energía, podemos alcanzar la meta más elevada: El plano donde Dios vive; ése es el plano más esencial de la existencia. En ese momento todos los revestimientos que cubren el alma se desvanecerán, dejarán de existir; el ego verdadero despertará y descubrirá que está jugando en una dulce onda, danzando y divirtiéndose en el Mundo Espiritual.  El plano más amplio y extenso de todo el universo está compuesto de belleza, dulzura y bienaventuranza. Tenemos que sumergirnos profundamente en ese plano de la realidad y dejar de ser extranjeros de estas tierras ilusorias, lejanas y mortales.


Srila B. R. Sridhara Maharaj

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